Bienvenido, usted está en MARCA PAÍS
Imagen
Imagen
La obra de Gabo es un retrato de Colombia. Para entenderla mejor, es necesario conocer el patrimonio cultural del país que lo vio nacer.
El mundo se enamoró del realismo mágico a través de las mágicas historias de Gabriel García Márquez. Sus novelas y cuentos hoy son objeto de estudio en las facultades más importantes del planeta. El género que Gabo construyó es aclamado por la manera en que abre las puertas a un universo donde el mito, la magia y la realidad conviven de forma tan armoniosa.
Sin embargo, basta con dar una mirada al país que lo vio nacer para entender las raíces que dieron origen a la creatividad del premio Nobel colombiano.
Muchos de sus escenarios y personajes son un reflejo de las costumbres, la música, la arquitectura y la idiosincrasia del Caribe colombiano. Por eso, para entender su obra es necesario conocer a Colombia: un país donde el realismo mágico se vive día a día.
Durante su época como periodista en El Universal de Cartagena, García Márquez señaló que el sonido vallenato le arrugaba el corazón. La música era uno de sus grandes placeres. Sin embargo, fue en el vallenato (un género colombiano que mezcla tradiciones africanas, árabes, europeas e indígenas), donde encontró a una de sus mayores fuentes de inspiración. En alguna ocasión, incluso, dijo que Cien años de soledad era un vallenato de 400 páginas.
Por eso, no es raro que en esta obra se haga mención a juglares vallenatos como Francisco El Hombre, ni que Aureliano Segundo Buendía fuera un virtuoso del acordeón. Así mismo, en ‘El amor de los tiempos del cólera’ Florentino Ariza toca en repetidas ocasiones el vals de “La diosa coronada”, una de las canciones más importantes del juglar Leandro Díaz.
García Márquez era un gran amigo de Rafael Escalona, otro gran representante de la cultura vallenata. Aunque el juglar no quiso escribirle una canción por encargo, sí la escribió como homenaje a Cien años de soledad: un cumplido de la costa a un costeño.
El realismo mágico no podía nacer en un lugar distinto al Caribe colombiano. Sólo esta región, llena de tradiciones, leyendas y colores, podía ser fuente de inspiración para un escritor tan mágico como Gabriel García Márquez.
Un ejemplo de esto es la ciudad de Barranquilla, donde el Nobel vivió buena parte de su vida. Durante dos décadas frecuentó el afamado grupo de ‘La Cueva’, donde, en compañía de ilustres personajes como Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón y German Vargas discutió un país ideal entre literatura, periodismo, cine y pintura.
Barranquilla es a la vez un puerto y una ciudad cosmopolita, por la cual entró buena parte de la modernidad del siglo XX a Colombia, trayendo una diversidad de músicas, tradiciones y textos de todo el mundo.
No es de extrañar entonces que Barranquilla tenga un carnaval que en 2003 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y donde uno de sus personajes más representativos es ‘El hombre Caiman’: Un ser mitológico con cuerpo de lagarto y cabeza de hombre que suele acechar a la vírgenes que se bañan en las orillas del río Magdalena. Fueron fiestas, tradiciones y leyendas como estas las que dieron inspiración al universo del Premio Nobel colombiano.
Otra de sus ciudades fuente de inspiración fue Cartagena. Una ciudad amurallada de la época colonial española donde abundan historias de piratas, inquisidores y marineros del mundo entero (Conoce aquí más de la magia de Cartagena). En Cartagena vivió su familia, murieron sus padres, tuvo su primer trabajo y fue el único lugar en que registró una casa a su nombre en Colombia. Es en esta ciudad donde transcurren historias como ‘Del amor y otros demonios’ y ‘El amor en los tiempos del cólera’.
Dicen que Macondo nunca existió, pero la verdad es que este pueblo maravilloso se encuentra regado por todo el Caribe colombiano. De hecho, el Nobel alguna vez narró que el nombre de este pueblo pertenecía a una de las fincas productoras de banano que aparecían en sus largos viajes en tren hasta su natal Aracataca.
Colombia, que en algún tiempo hizo parte de las tristemente llamadas ‘Repúblicas Bananeras’ puede ver cómo en ‘100 años de soledad’ se cuenta uno de los pasajes más tristes de su historia: ‘la matanza de las bananeras’, ocurrida hacia los años 20 del siglo pasado, como parte de las tensiones entre los trabajadores colombianos, el Gobierno Nacional y la multinacional estadounidense ‘United Fruit Company’.
Igualmente las tradiciones de los pueblos nómadas de la Guajira quedan maravillosamente plasmados en los relatos de ‘La increíble y triste historia de la cándida Heréndida y su abuela desalmada’, plagadas de historias de desiertos, pueblos wayuu y artistas de circo que recorren toda la región Caribe.
Un coronel que no tenía quién le escribiera, un señor muy viejo con unas alas enormes que un día aterrizaó en el gallinero de una familia y un niño a quien una vez su padre lo llevó a conocer el hielo, también son parte del universo garciamarquiano que encuentra sus orígenes en lo más profundo de la cultura colombiana.
Por eso, cuando Gabriel García Márquez narraba que en el funeral de uno de sus personajes más importantes llovían flores amarillas, no estaba haciendo otra cosa que vaticinar su propio entierro: una despedida llena de fiesta, magia y agradecimiento para uno de nuestros compatriotas más ilustres.
Hoy, el país del realismo mágico es la inspiración para millones que como Gabo ayudan a difundir lo #LoBuenoDeColombia.