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Si de Colombia se trata, 6 razones resultan pocas. Y es que de seguro cada hogar, cada persona que haya disfrutado de nuestro país, tendrá sus miles de motivos para ver cómo, cada vez que mencionan esta tierra, el pecho se hincha de alegría.
Por eso, más que pretender abarcarlas todas, queremos mencionar tan sólo algunas de las causas que nos llevan a sentir a Colombia en el corazón. ¡Sabemos que habrán un par que fijo todos compartimos!
En las subidas y en las bajadas en los 5-0 y en las eliminaciones tras cada jab y gancho al pie de la montaña o al borde de cada circuito y pista, estamos todos: nuestros deportistas los mismos que, cada vez que les preguntan por Colombia, resaltan el apoyo y la poderosa tradición que los ha impulsado. Acá no hubo uno, ni dos, sino muchos que en el pasado nos hicieron grandes y que, con sus logros, motivaron a las nuevas generaciones a darla toda en el deporte de su preferencia. ¿O acaso sería “el tigre” Falcao igual de crack si no hubiese soñado con los pases del Jhon Mario Ramírez, el eterno 10 de la hinchada azul? ¿Qué sería de él, de su fútbol, sin haberse deleitado con Juan Pablo Ángel o el “Tino” Asprilla? Sin duda hubiese sido inmenso, pero no hubiese sido Falcao. Este es el punto. Cada logro de nuestros deportistas enriquece una historia que los antecede que recuerda a otros que, con su esfuerzo, tejieron nuevos sueños para los que apenas eran niños. Porque es difícil imaginar que “uno puede” si antes otras personas, similares a uno, no pudieron con ello. Nairo, por ejemplo, veía a Lucho Herrera subir las cumbres de los Andes Occidentales Colombianos desde su casa a la ladera de la carretera que conduce a Cómbita. Soñamos junto a ellos. Los impulsamos con cada grito de aliento y sonrisa que les damos. Y ellos, impulsados por la pujanza que nos viene de casa, la dan toda: entregan cada gota de energía para llegar a lo más alto. Pero si con el balón y sobre el caballito de acero somos unos cracks, ni qué decir de lo que hemos logrado de la mano de Sofía Gómez, nuestra embajadora de las profundidades del mar y record mundial de apnea, y Cecilia “Chechi” Baena, la cartagenera que llevó el patinaje en línea en todo el mundo a un siguiente nivel. Y así, con una gran cantidad de deportes, podríamos seguir y la lista de nuestros triunfos se haría infinita.
Colombiano que se respete sabe que, a donde quiera que vaya, siempre habrá un ritmo musical por descubrir. Más allá de eso, él sabe que acá la música, como el sonido de los pájaros, brota de todas partes. Hicimos de la vida un son que no queremos dejar de bailar: en el Pacífico, por ejemplo, recordamos la increíble tradición de nuestros ancestros afrocolombianos gracias a los currulaos, los bundes y bambucos viejos. Y, cuando de rumba se trata, no dejamos de “tirar el paso” a punta de champetas, salsa y salsa-choke. En el Macizo Colombiano, además de los bambucos y los joropos, recordamos a los taitas cada vez que suena un bolero o un pasillo porque allá, en la tierra de Jorge Villamil y Garzón y Collazos, se festeja la vida bajo el pretexto del San Pedro. Algo similar ocurre en el Gran Caribe Colombiano, donde el vallenato es amo y señor de la parranda y la vida, al compás de los acordeones, nos recuerda el trajín de cada una de las generaciones. Pero esto no es todo, pues el calypso y otros géneros del Caribe se encuentran aquí, en las costas de nuestro país, para fusionarse en miles de maneras que se cantan en creole y español. Acá las historias se cuentan para ser cantadas, como también ocurre en nuestra Amazonía-Orinoquía Colombiana, donde a ritmo de joropo se narra cómo fue que el colono construyó gracias a su trabajo un hogar en medio de la sabana y al pie de la selva. Aquí, también, se canta a la tierra y a la vida entonando las flautas: se vive y se goza de vivir en uno de los ecosistemas más bendecidos de la tierra. Y, si eso ocurre en esta región, en los Andes Orientales Colombianos el pasillo, el bambuco y los torbellinos. ¡Y ni qué le digo de las guavinas y los demás sonidos que, no más empezar, le agrietan a uno el alma de la alegría, mano! Mientras tanto, al otro lado de la cordillera, en nuestros Andes Occidentales, se cantan trovas, se componen carrileras y otros ritmos populares de los que el mundo entero ya conoce porque canta cada uno de estos himnos con el alma. Si no nos creen, recuerden que Medellín es una de las capitales del reggaetón el sonido de la rumba contemporánea.
No tenemos barreras, ni impedimentos que nos permitan disfrutar del inmenso legado que tenemos. En la diversidad nos encontramos en la sabiduría de nuestros pueblos originarios, en la sabrosura y legados afrocolombianos en la lengua que hablamos, el español, regalo de los primeros colonos en algunas expresiones que incorporamos de nuestros ancestros que un día atravesaron el mundo en barco para llegar al paraíso, a Colombia, a su nuevo hogar. Contamos miles de historias, tantas como puede una imaginación desbordada por las múltiples tradiciones que la constituyen: esto somos, colombianos, herederos de un pasado grandísimo tan grande como el Amazonas, pulmón del planeta. Hablamos alrededor de 70 lenguas además del español, debido a que las palabras brotan cuando, justo ante los ojos, existe un mundo maravilloso. Esto encontramos acá, en Colombia, el país de los carnavales inmortales como el del Diablo, en Ríosucio, y el más grande de esta tierra, que celebramos en Barranquilla. Porque aquí, en el sitio donde se construyó el primer puerto libre de las Américas, San Basilio de Palenque, siempre supimos que todos somos “hermanos, panas, primos, parceros, mompirris, llaves, llaverías, compadres, compas, vales, paisanos, panitas”. Y es que, cuando se trata de la amistad y el cariño, las palabras nos llegan solas.
Habitamos uno de los países más biodiversos del mundo. Si no lo sabías, puede que lo hayas pensado antes al ver tanta vida a tu alrededor. Aquí los cielos cantan y, ya sea en los ríos o en los mares, el agua nunca “para de brincar”. Mientras tanto, sin importar clima o paisaje, miles de animales y plantas aparecen para recordarnos que, junto a ellos, disfrutamos de este territorio. O sino que lo digan todos los “pajareros” que han gozado la fiesta de nuestros cielos cada vez que ganamos el Global Big Day, el evento que congrega a todos los amantes del avistamiento de aves a nivel mundial. Pero esto no es todo, pues, además de ser el país con mayor diversidad de aves y orquídeas del planeta, ocupamos el segundo puesto en variedad de anfibios a nivel mundial. El mismo lugar ostentamos cuando hablamos de la mayor riqueza de plantas, mariposas y peces de agua dulce. También somos el tercer país con mayor variedad de especies de palmas y el cuarto en cuanto a diversidad de reptiles y mamíferos. Todo ello se debe en buena medida a que contamos con ecosistemas ambientales difíciles de ver en otros lugares del planeta. Más allá del Amazonas, el bosque tropical más grande del mundo que compartimos junto a Brazil, Perú, Venezuela, Guyana, Surinam, Bolivia, Guyana Francesa y Ecuador nuestro país es patrimonio del agua de todo el mundo gracias a los páramos. Entre los que tenemos, el de Sumapáz es el más extenso a nivel mundial. Como diría un campesino boyacense, ¡estamos en tierra bendecida, sumercé!
Nos destacamos en muchas cosas. Así como Silvia Tcherassi y Esteban Cortázar, por tan sólo citar dos casos, descrestan a los expertos en moda a nivel mundial con diseños inspirados en la inmensa riqueza cultural colombiana, Maluma, J-Balvin y Karol G rompen barreras con su música y ponen a bailar al que sea gracias a la sabrosura y desparpajo colombiano. Antes de ellos, Shakira, la diva del pop internacional, puso a todo el mundo a aprender español para cantar varios de sus éxitos. Al igual que ella, otra hija de Barranquilla que ha puesto en lo más alto a Colombia con su talento es Sofía Vergara. Gracias a su don natural para el humor y su confianza, esta hija de La Arenosa derrumbó estereotipos sobre los latinos mientras todos soltábamos la carcajada con sus ocurrencias en Modern Family. Aunque ella no ha sido la única que ha descrestado a los televidentes y amantes del cine en todo el globo, pues John Leguizamo y Natalia Reyes ya hacen parte de algunas de las franquicias que han marcado época. ¿No les parece bacanísimo saber que Luigi, el plomero noble y despistado de traje verde que cada tanto salva al mundo junto a su hermano Mario, es interpretado por un colombiano? ¿O qué me dicen de que Natalia Reyes, la actriz bogotana, sea la persona sobre la que recae el futuro de la tierra en Terminator: Dark Fate? ¡Brutal! Pero si en el espectáculo todas las alfombras se desenvuelven para darle la bienvenida a nuestro talento nacional, en la ciencia y la tecnología ocurre algo similar. De hecho, científicas como Adriana Ocampo y Diana Trujillo han llevado un pedacito de Colombia al espacio exterior. En el caso de Adriana, sus investigaciones han ayudado a conocer más sobre Marte y Júpiter mientras tanto, Diana ha hecho del Roger Perseverance un robot clave para la exploración de Marte. Y si aquí el talento de la mujer colombiana ayuda a desentrañar los secretos de los planetas que ya visitamos, Andrea Guzmán, nuestra científica del Centro para el Espacio y la Habitabilidad (CSH) de la Universidad de Bern, descubre que en la estratósfera no hay límites, pues cada vez son más los exoplanetas que gracias a su trabajo descubre. Se nos quedan muchos nombres en el tintero, pero acá, si de algo somos capaces, es de ser los mejores en cada cosa que nos proponemos.
Además de Gabriel García Márquez, el escritor que llevó nuestra fantasía e imaginación a cada uno de los rincones del planeta e inspiró a otros premios nóbeles como Mo Yan, contamos con una inmensa tradición literaria gracias a Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince, Pilar Quintana, Andrés Caicedo, Mario Mendoza, José Eustasio Rivera, Margarita Restrepo, Laura Restrepo y muchos más han hecho que todo el mundo sepa que, al norte de América del Sur, existe un país en el que lo increíble se vuelve realidad el mismo en el que la selva casi que habla y se convierte en un personaje más, como ocurre en La Vorágine, aquel en el que la infancia vuela con los globos durante la Navidad, tal como recuerda Fernando Vallejo en Los Días azules. Acá la realidad no se acaba nunca, pues la imaginación nos lleva a soñar con nuevos mundos y posibilidades. Esto lo sabemos bien, pues desde pequeños crecimos con estas historias que tanto nos han fascinado. Ahora, si en las letras nos destacamos, en el cine y la televisión hemos dejado nuestra huella sobre todo ahora que, gracias a Netflix y otras plataformas de streaming, nuestra capacidad para el séptimo arte se difunde cada vez a más espectadores.
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