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Conoce parte de la historia de la radio en Colombia gracias a Radio Sutatenza, proyecto que acercó a la población campesina a los debates internacionales, la educación y el conocimiento.
Mucho es lo que la radio ha hecho por Colombia. Más allá de ser una fiel compañera al volante, en medio del ajetreo de las ciudades; o de expandir nuestros horizontes musicales en las pausas durante el trabajo en la oficina y las labores del hogar, la vida del país ha transcurrido entre bandas y emisoras en busca de información, entretenimiento o algo más. Gracias a ella, más de uno encontró pasiones y nuevos gustos, motivos para la felicidad y el crecimiento personal. En esta ocasión, queremos recordar una de las páginas más emotivas de nuestra historia radial: la creación de Radio Sutatenza, uno de los proyectos más ambiciosos que ha surcado el espectro electromagnético de nuestro planeta. Ajusta el dial: esto va en simultánea, por A.M. y F.M., para el mundo entero.
Radio Sutatenza surge, como su mismo nombre indica, en el pueblo homónimo de Boyacá, de la mano del sacerdote católico José Joaquín Salcedo. Corría el año 1947 y Colombia se veía de frente a una realidad ineludible: era necesario prepararse más, educar a la población para encarar los retos que nuestro país afrontaba. En el horizonte se empezaba a ver un país industrial, que necesitaba de un agro fuerte y comprometido con la producción de materias primas; además de dispuesto a dialogar con el nuevo universo cosmopolita. En resumen, Colombia era un país de fronteras y mercados que empezaban a abrirse, de una cultura dispuesta a dialogar con otras. El reto no era pequeño; por el contrario, bastaba mucho por hacer. De entrada, debía consolidarse un proyecto educativo que abarcase a toda la población sin importar lugar. Uno que materializara el sueño de la alfabetización y la enseñanza aritmética; además de brindar consejos prácticos de agricultura, a todo el territorio nacional. José Joaquín Salcedo, en compañía de su hermano, el eclesiástico Antonio Salcedo, se animaron a pensar en grande: el país ya contaba con una infraestructura suficiente para articular un proyecto que llegase a cualquier parte, que acompañase a todo momento del día con contenido fresco y de calidad. Si la escuela quedaba lejos, pues nada: Radio Sutatenza la llevaría a la sala de cada finca y casa de este país. Gracias a la Acción Popular Campesina (ACPO), la radio, como medio de comunicación, resultaba una alternativa increíble: no sólo no era costosa; incluso lograba que el saber de expertos de todo tipo llegase a lugares a los que antes hubiese sido impensado que arribara.
En un inicio, Radio Sutatenza se caracterizó por su lenguaje coloquial, que no temía al uso de jerga, muletillas e interjecciones propia de cada región del país. Asimismo, el padre Joaquín entendió pronto que el contenido educativo debía versar sobre las nociones básicas de la educación fundamental integral (EFI): alfabeto, salud, aritmética y números, economía y trabajo; aunado al cultivo de la vida espiritual. El propósito de esta enseñanza debía ser transformadora: se trataba de acercar al habitante rural al saber y el conocimiento aplicado, práctico y cotidiano, que sirviese para la innovación de sus prácticas habituales y la mejora en su calidad de vida. Aunado a ello, “el conocimiento se complementaba por campañas permanentes para el mejoramiento de la nutrición y de la vivienda de la conservación del suelo y defensa de los recursos naturales; del incremento de la productividad de la economía campesina mediante mejores prácticas agropecuarias y el desarrollo de actitudes de trabajo en equipo y el favorecimiento de la recreación mediante el deporte”, afirma Hernando Bernal, uno de sus directores entre los 60 y 70. De este modo, arrancó una plataforma educativa sin precedentes: libros; cartillas; disco-estudios; un sistema de aprendizaje por correspondencia; institutos campesinos y Escuelas Radiofónicas; la radiodifusora; material de biblioteca; el periódico El Campesino y el programa de voluntarios y auxiliares campesinos —gente de la zona que ayudaba a otra a aprender los saberes e involucrarse en esta propuesta—, sembraron en el campo colombiano miles de aprendizajes. Esquivando todo tipo de inconvenientes, el proyecto se consolidaba como una potencia comunicacional y educativa. Sin embargo, todo esto no se logró de la noche a la mañana. Tomó mucho tiempo, esfuerzo y, ante todo, capacidad para entender el medio de las comunicaciones y sus posibilidades llevar a cabo algo así. Sobre su surgimiento y puesta en práctica, Cecilia Reyes, exmiembro de la junta directiva de ACPO, recuerda: “Este quijote de la educación [Joaquín Salcedo] tuvo la genial idea de conseguir le donaran una cantidad de radios que solo sintonizaban Radio Sutatenza, los cuales fueron regalados inicialmente al campesinado boyacense y después a todos los campesinos de Colombia. A través de ellos se alfabetizaba y luego se daban clases de materias diversas, se les enseñaban métodos de cultivo y manejo del agro. Estos cursos tenían como soporte el material escrito que se entregaba (el periódico El Campesino) los domingos en los atrios de las iglesias de los pueblos; así como cartillas, todo lo cual se imprimía en la editorial Andes, también de propiedad de ACPO”. Tras los primeros ensayos ocurridos en 1947 y la consolidación del proyecto a mediados de 1948, llegó una oportunidad de oro que permitiría al padre Salcedo asistir a las oficinas de la ONU, en Nueva York, en busca de fondos y presupuesto para que el proyecto cubriese un territorio aún mayor. Luego, la historia se escribiría a pasos de gigante. Según recuerda Aline Helg, en su libro La educación en Colombia: 1918-1957: “En 1953 una misión de la Unesco entró a participar en la organización de las escuelas radiofónicas; al tiempo que los hermanos cristianos redactaron el primer folleto de alfabetización orientado a complementar el curso de radiodifusión. Al año siguiente se abrieron dos institutos campesinos en Sutatenza bajo la dirección de los hermanos cristianos, para formar a los coordinadores de las escuelas radiofónicas. En 1955, en 601 de las 983 parroquias rurales de Colombia, había una escuela ACPO con su coordinador, bajo el control del cura”.
El éxito fue tal que, como recuerda Helg, “ACPO afirmaba que los alumnos analfabetos con que contaban habían aprendido a leer y a escribir en el espacio de seis meses”. Para 1968, otro sueño se haría realidad: Radio Sutatenza era la iniciativa educativa de mayor alcance nacional al cubrir todo nuestro territorio. Esto pudo lograrse gracias a las emisoras instaladas en Belencito, Sutatenza, Magangué, Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín. De ahí en adelante, la cosa iría “viento en popa” hasta mediados de fines de los 70. Más o menos para el 78, Radio Sutatenza empezaría su declive. Ya fuese por los cambios en todo el ecosistema digital —la televisión cada vez “pisaba más fuerte”, también empezaba la importación masiva de radios de “banda abierta” a precios módicos—, o capaz por la pérdida de financiación nacional e internacional y la competencia con otras emisoras más comerciales, el proyecto agonizaría hasta 1994; fecha en que se daría su última emisión. Ahora bien, ACPO continúa, bajo el mismo espíritu y bandera, gracias a las escuelas digitales campesinas y la versión virtual de El Campesino. Con el tiempo, ACPO y Radio Sutatenza inspirarían a pensadores de la talla de Paulo Freire y demás teóricos de la educación. En sus años más prósperos, este modelo de aprendizaje para la vida y la praxis campesina traería a diversos especialistas de Latinoamérica y el resto del planeta. Algunos, incluso, no temerían replicar experiencias similares en otras latitudes. Y es que, si algo supieron hacer muy bien ACPO y el padre Joaquín, fue construir todo un ecosistema comunicacional para el aprendizaje. Aún hoy, su espíritu impulsa las Escuelas Digitales Campesinas dirigidas por la propia ACPO. No bastó sólo con la radio; más bien, esta era tan sólo el primer paso. En esto recaía la magia e innovación del proyecto: se trataba de vincular a la población misma, a través de un conjunto de herramientas que propendían en algunos casos por el autodidactismo y en otros por la enseñanza guiada, al desarrollo del saber. De esta forma, fuese de forma análoga o a través de canales tecnológicos como la radio y los discos, toda Colombia aprendió. ¡Y para que no les queden dudas, todo esto fue de Sutatenza para el mundo, sumercé!
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