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En Colombia nos sobran las historias. Tenemos tantas que ellas han servido de inspiración para miles de canciones y leyendas. Otras las hemos inmortalizado en poemas, cuentos y novelas; cuando no en ensayos, crónicas y películas. Para nosotros, la hoja nunca está en blanco: ella siempre encierra una invitación, una propuesta a narrarnos a nosotros mismos como país. Porque las palabras nunca nos han sido esquivas, queremos compartirte algunas de nuestras mejores voces narrativas de la actualidad; además de sus maestros, esos que dejaron tras de sí un legado para la eternidad. Prepara papel y lápiz: sabemos que aquí encontrarás esa historia que tanto tiempo llevas buscando.
Al escritor de Aracataca el amor por las historias le llegó de su abuela, doña Tranquilina Iguarán Cotes, quien no escatimaba oportunidad para soltar la lengua y entretenerlo. Fue tanto el cariño y la admiración de Márquez por su abuela, que decidió inmortalizarla tras el personaje de Úrsula Iguarán, matrona de los Buendía en la novela Cien años de soledad. En sus relatos, encontró que el límite de la realidad era una puerta para la fantasía; una apuesta por alcanzar en palabras la infinitud de la desbordante realidad colombiana. La obra de nuestro premio Nobel es rica en géneros y preocupaciones. Sin embargo, hay dos que son ineludibles. Por un lado, está la pregunta por el origen de nuestra identidad, por esas historias y acontecimientos que estructuran lo que somos como nación y sus consecuencias. Por el otro, existe una inquietud por el paso del tiempo y sus secuelas en las relaciones humanas.
Fernando Vallejo no le teme a nada. Su obra es un viaje por la vida. Para Vallejo, preguntarse por sí mismo implica indagar en el sentido del ser colombiano; del haber vivido en México; de reencontrarse una y otra vez con Medellín. Sus novelas interrogan al escritor y sus recuerdos, porque la vida no es más que un río por el que cada uno navega para reencontrarse con su reflejo sobre el agua. Porque, a pesar de las mil y una variaciones que vivimos en el curso de la vida, algo de nosotros permanece. Vallejo ha escrito una obra inmensa, que va del cine a diversos géneros literarios. Esta abarca desde el ensayo científico-literario; pasando por una gramática, Logoi, en la que Vallejo descifra las primeras reglas de su escritura; hasta una extensa trayectoria biográfica y novelística. De esta última, te recomendamos El río del tiempo, su serie literaria más extensa y característica; además de El desbarrancadero, novela que dedica a su hermano Darío, ganadora del premio Rómulo Gallegos en el año 2003.
Pilar Quintana es una de las voces más sólidas de nuestro panorama actual. La escritora vallecaucana ha construido un proyecto literario en el que la violencia y sus causas son protagonistas. En su obra las mujeres encuentran una voz fuerte; todo ello bajo una prosa ágil y cuidada, que captura muy bien el tono de voz de sus personajes e incita al lector a no soltar el libro hasta su final. Quintana ha consolidado una propuesta narrativa envidiable, que oscila entre el cuento y la novela sin reparo alguno. En su haber, la escritora cuenta con un Premio Alfaguara de novela por Los abismos (2021) y un Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por La perra. Si bien su obra es impresionante, aquí te recomendamos Coleccionista de polvos raros, una novela que indaga en la cosificación del cuerpo femenino y la desigualdad social en virtud de la violencia del narcotráfico.
Melba Escobar inició su trayectoria literaria con un libro en el que recogía las voces de distintos niños de Bogotá: Bogotá sueña, la ciudad por los niños (2007). Cercana a sus vidas, continuó su trayectoria escribiendo para los más pequeños. De allí salió Johnny y el mar, su primer libro de relatos, que fue incluido en la Biblioteca Juvenil Internacional, de Múnich-Alemania. Sensible a la opresión cotidiana y los retos de nuestro presente, la carrera artística de la escritora caleña se decantó por una producción novelística más cercana a las vivencias urbanas. Un ejemplo de ello es La casa de la belleza, novela en la que concurren distintas narradoras para desnudar la opresión cotidiana sufrida por distintas mujeres capitalinas. Además de ello, se muestra cómo es la vida de las personas que migran de su ciudad natal a Bogotá.
Toda ciudad, decía Baudelaire, encubre dos mundos: el de las luces y las sombras. Si Gonzalo Mallarino tejió un retrato diurno de Bogotá, Mario Mendoza quiso que el paisaje se tiñese no sólo de sol; también de las tinieblas de su noche. En su escritura, Mendoza construye el territorio bogotano desde todas sus aristas: su narrativa surca prácticamente todas las localidades de la ciudad, retratando a sus ciudadanos y a los personajes que se adentran en lo más oscuro del corazón de sus calles. Su escritura no teme a los cánones ni a la crítica: en un tono personal y popular, cercano a la juventud y la gente de a pie, Mendoza ha escrito una obra que abarca el ensayo, la escritura juvenil, el cuento y la novela urbana y neo-policiaca. Como el escritor dijese recientemente en una entrevista, su mayor logro “ha sido crear lectores, sin aspavientos ni ruido”.
La trayectoria de Laura Restrepo inició en el periodismo. Allí, en medio del ritmo frenético de las salas de redacción y de las charlas con Gabriel García Márquez, uno de sus maestros en el oficio, Restrepo comprendió que era necesario comprometerse con las realidades más difíciles de nuestro pasado nacional. Resultado de ello surgió una de las obras capitales para la comprensión del diálogo entablado entre el gobierno y el M-19: Historia de un entusiasmo. Más allá de su trabajo periodístico, la escritora bogotana ha erigido una obra ambiciosa, que comprende desde ensayo hasta el cuento, pasando por un poemario para niños, hasta una amplia experiencia como novelista. Dentro de sus escritos más destacados se encuentra Delirio, novela ganadora del premio Alfaguara de novela y el Grinzane Cavour, una historia sobre la locura y nuestra impasividad ante los inconvenientes de este mundo.
Héctor Abad logró algo muy difícil: conmover al mundo entero con su historia personal. El asesinato de Héctor Abad Gómez, profesor universitario y líder político de Antioquia, fue un acontecimiento que hoy anida en lo más hondo de nuestra memoria colectiva. Tras este hermoso homenaje al padre y su relevancia más allá del hogar, Abad Faciolince se consolidó como uno de los escritores más queridos de los colombianos. El olvido que seremos conmueve no sólo por lo que implica la pérdida del padre, sino porque funge como testimonio de una época difícil de nuestra historia política. Aparte de esta obra, Héctor Abad ha escrito varias novelas y un libro de viajes sobre su estadía en Egipto; además de diversas columnas de opinión para los diarios más respetados de nuestro país y el mundo. Por lo demás, el escritor lidera la editorial Angosta, un proyecto que impulsa lo más granado de nuestras nuevas voces literarias.
Ángela Becerra es hoy en día una de las escritoras más leídas a nivel mundial. Su obra es alegre y reivindica lo mejor del ser humano, sin desconocer la complejidad de lo que somos. Su propuesta parte de lo que la crítica ha llamado “Idealismo mágico”, una apuesta por “poner la magia al servicio de las emociones de los personajes. Hacer uso de ella para que un sentimiento determinado, por ejemplo: la rabia, el dolor, la alegría o la pasión, adopte un brillo especial dentro de la historia y el lector lo sienta más a fondo”, en palabras de la propia escritora dadas en entrevista para la revista Semana. Dentro de sus obras más destacadas, se encuentran Ella que todo lo tuvo, ganadora del premio Planeta-Casa de las Américas del año 2009, y Lo que le falta al tiempo, laureada con el Latino Book Award del 2019. Esta ha sido tan sólo una pequeña muestra de algunas de nuestras voces literarias más representativas. Como toda lista, sobre todo de nuestro talento, sabemos que nos quedamos cortos. La nueva narrativa colombiana va más allá del “Boom”: incorpora elementos de otros géneros más populares (el noir, el policiaco, la fantasía, el terror); además, se preocupa por realidades contemporáneas inevitables: la desigualdad, el crecimiento de las ciudades, las subjetividades múltiples y demás. Sólo falta sacar tiempo: ¡lo que hay son historias tremendas por leer!