Bienvenido, usted está en MARCA PAÍS
Imagen
Imagen
Platos navideños
En navidad, entregamos lo mejor de nosotros porque la vida es una fiesta que en diciembre celebramos: en familia, en compañía de los amigos y del resto de la cuadra, como siempre ha sido. De este modo, rememoramos lo mejor de nuestra herencia culinaria al son de los villancicos. Para la muestra, competimos por ver quién hace la mejor natilla, quién el mejor buñuelo—unos dicen que no hay como el que tiene “chichoncitos”, otros hablan de la simetría perfecta. El debate no termina—; al tiempo que aguardamos esos platos que sólo uno o dos expertos navideños por familia saben cocinar. ¿Cuáles son esas recetas que te recuerdan tu infancia y de las que solo tú sabes el ingrediente secreto? Ven, pasa: ¡te abrimos la puerta a cada una de nuestras regiones en esta navidad!
En el Gran Caribe colombiano hablamos de quibbes, las hojitas de parra y otras delicias turcas y árabes que encontraron su hogar en Colombia. Aparte de ellas, no pueden faltar sobre la mesa el pavo y el arroz con leche; además de las hallacas y los pasteles—un envuelto de arroz, verduras y distintas carnes envueltas por la hoja de bijao—. Mientras tanto, en La Guajira la navidad sabe a “friche”, una preparación de chivo frito sazonado por el conocimiento ancestral de nuestros indígenas Wayuu.
En los Andes occidentales, la cocina sabe a leña y tocino gracias a la marranada decembrina. Por estos días, la familia entera se reúne para un festín que rememora el legado de nuestra tradición campesina y arriera: sean fríjoles con garra, un chicharrón “de cien piernas”, chorizos, morcillas o carne asada, la mesa se engalana con el sabor del cerdo y unos buenos aguardienticos. Más allá de estas delicias, en la mesa paisa no faltan la natilla, las brevas con arequipe, las típicas hojuelas o el arroz con leche y uvas pasas, este último ojalá hecho en fogón de leña.
Al occidente, bañada por la brisa marina y todo el ritmo de su gente, el Gran Pacífico colombiano prepara una dulce navidad para todos los amantes de la salsa. Allí, las fiestas saben a manjar blanco— ¡que no es lo mismo que el arequipe, ve! — y desamargado, un regalo de Popayán para el mundo. Mientras el pavo y “el muchacho relleno” sirven de plato fuerte, hay un sinfín de postres que le dan el toque de dulzura a esta región.
Un poco más al sur, la mesa de nuestro Macizo colombiano se sirve con lechona, asado huilense, mistela—un licor de anís y hierbas, de un sabor un tanto similar al del fernet—, alfandoques y dulce de noche buena; cuando no falta el pavo o “el muchacho relleno” acompañado de “naco” de papa o ensalada rusa. En algunas casas no hay navidad si no se bebe sevillana o sabajón, herencias de nuestras abuelas del “Tolima Grande”.
Mientras tanto, la navidad en nuestros Andes orientales sabe a ajiaco, buñuelos, pernil de cerdo y “capón” (un nombre típico para el muchacho relleno de aceitunas, zanahoria y jamón); además de las empanaditas para las novenas y los gloriosos tamales santandereanos o su variante con chorizo de Sutamarchán, propios de Boyacá. ¡Lo que hay son delicias por probar en el centro y oriente del país!
Rodeados por el majestuoso río Amazonas, en los confines del llano y el inicio de la selva, se preparan manjares que combinan lo mejor de nuestra cocina indígena y colona. Ya sea un “moqueado” -un pescado envuelto en hojas de plátano y sal que es cocinado bajo tierra-, unos chicharrones de pirarucú, una “mamona” o un sancocho, la navidad en nuestra Amazonía y Orinoquía Colombiana recoge la exuberancia del paisaje y los diversos frutos de la tierra.