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Conoce la magia detrás del día de las velitas
Seguro este retrato nos resulta familiar: un niño o una niña se levantan de su cama, corre en camino a sus padres para escuchar la noticia tan anhelada. “¡Es día de velitas! Tenemos que alistar todo”. Es tiempo de conseguir las velitas—las más deseadas son esas de colores vivos, que recrean banderas y se incendian en mil matices—, de comprar en la tienda lo que los adultos de la familia necesiten para la cena. Sean buñuelos, natilla, empanadas, nochebuena u algún otro plato tradicional, la familia se reúne ante los barandales y andenes de las casas. Sobre los alfeizares de los edificios, reposan más velitas que, como esquirlas de vida que se alzan a la noche, encienden la alegría familiar. “El barrio” se toma la calle, y cada familia intercambia sus delicias de la noche. Los niños corren, juguetean entre las luces, para luego despedirse junto a sus padres y volver a casa. Algunos jóvenes y adultos, cuando esto ocurre, deciden dar una vuelta por la ciudad: algunos barrios, iglesias y plazas públicas se engalanan para entregar las mejores luces a los transeúntes. Es tanto nuestro fervor por “las velitas”, que incluso viajamos a otros lugares para vivir una experiencia navideña como ninguna.
En Villa de Leyva, maravilla boyacense que rememora nuestra arquitectura colonial y su tradición, está el “Festival de luces”, un evento increíble en el que las luces de las farolas y las velas se entremezcla con el alumbrado navideño y un juego de fuegos artificiales. Bajo el compás de algunas muestras culturales típicas de la zona, además de un espectáculo musical que recorre cada esquina de la plaza, la navidad sabe a Boyacá: a alegría y orgullo campesino, a historia y tradición. Tras esta experiencia, no falta el “insaciable navideño”. Para ellos, está Sáchica y su alumbrado, maravilla del fervor decembrino boyacense. Otro destino habitual para los amantes de las “velitas” es Quimbaya, paraíso de nuestra tradición cafetera. Allí, miles de farolas de papel y demás innovaciones artesanales se incrustan entre las estrellas para no dejar que la noche esté sola. Entre velones y velitas, los anfitriones de la zona cultivan una experiencia navideña inolvidable. ¡Porque en Colombia la luz empieza en nuestras manos y navega directo al cielo!