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El Amazonas no es solo el principal pulmón del planeta; también es un territorio de exuberante diversidad. Allí, entre árboles selváticos y una increíble fauna, conviven múltiples culturas. Hablamos no solo de los diversos pueblos indígenas que habitan la zona, como los Bora, Barasano, Carijona, Cubeo, Letuama, Matapi, Macuna, Miraña, Tatuyo, Tariano, Tanimuca, Uitoto y Yucuna; sino de una inmensa variedad de colonos y ciudadanos brasileros, peruanos y colombianos nativos de la región. Como no podía ser de otra manera, el país más acogedor del mundo recibe tras una inmensa sonrisa a todas las personas que deseen vivir nuestra alegría. Por eso, y para que no solo conozcas que cada año a finales de noviembre celebramos en Colombia el “Pirarucú de Oro”, queremos hablarte un poco más sobre este festival y lo que celebra: nuestra cultura amazónica. Alista tus maletas para el viaje, ¡sabemos que no dudarás en ir a Leticia para adentrarte en una de las fiestas tradicionales más queridas del sur de nuestro país!
La selva amazónica no conoce fronteras: ella ha estado allí antes de los límites trazados por el ser humano. Tras la manigua y los miles de animales que residen en este lugar, yace la historia de tres países hermanos: Colombia, Brasil y Perú. En este lugar, se respira la diversidad cultural de buena parte de Latinoamérica. Sea en portugués, español o alguna de las lenguas indígenas, aquí se narra una vida eterna. El “Pirarucú de Oro” reconoce este canto a la vida; además del saber ancestral y mancomunado de los distintos pueblos que conviven en la zona. Tras los casi 9 millones de metros cuadrados de extensión de esta selva—casi el mismo tamaño que China—, anidan miles de especies animales e historias por contar. Entre ellas, está la del ser humano y su relación con la naturaleza. En el Amazonas encontramos animales mitológicos y ancestrales como el jaguar, guía y personaje recurrente de miles de relatos indígenas de nuestro continente; la anaconda, reptil imponente al que se le han dedicado múltiples narraciones; el pirarucú, el segundo pescado de tierra más grande del mundo; el delfín rosado, el mamífero que sonríe cada vez que se asoma a la superficie del agua, entre otros miles de especies, algunas aún por descubrir. Toda esta biodiversidad es honrada musicalmente. Tras las composiciones del festival, se respira la alegría del hermoso paisaje que convoca a todos los músicos: se habla del río, de la vida que corre por sus venas; de los animales y sus encuentros con chamanes y viajeros indígenas por la selva; se rememoran mitos y leyendas ancestrales, al igual que hazañas comunes a las tres naciones que comparten el pasado amazónico. Tras cada golpe de tambora, el arrullo de una flauta o el bamboleo de las maracas; cuando no bajo el rasgueo de una guitarra, yace una historia compartida: la de la cultura amazónica y su preservación. Se cuentan historias mecidas por el viento de la selva y el ulular de miles de pájaros: loros, pericos y guacamayos desfilan por el cielo al son de la riqueza del compás amazónico, repleto de vida. Porque en Colombia llevamos el ritmo en nuestra sangre, aquí se rescata la música tradicional amazónica; al tiempo que desfilan ritmos musicales pertenecientes a otras regiones del mundo. No es descabellado que, bajo el marco del festival, suenen versiones de canciones típicas de la región en todo tipo de géneros: desde rock hasta calipso, en el Amazonas colombiano la música encuentra su mejor morada.
La cultura amazónica encontró en Leticia la sede de todo su sabor. Cada tanto, entre los descansos que deja la fiesta, se escucha la rica mezcla de lenguas y dialectos, de acentos y alegría. Para los habituales de la fiesta, no sorprende ver una canción amazónica colombiana teñida del sabor carioca; ni mucho menos un ritmo peruano bajo el compás leticiano, ¡aquí todos bailan y cantan al son de una misma tradición! Más allá de la festividad, este exquisito diálogo cultural ha sazonado una de las mejores cocinas del continente: la exuberante mesa amazónica. Allí no sobra el caldo de piraña, o un buen “pincho” de mojojoy, una larva nativa de la zona; tampoco el “chicharrón” de pirarucú y otras preparaciones alrededor de este y otros peces del río más largo y caudaloso del mundo. Cada plato presenta un sabor único, rico en matices y texturas, gracias a las diversas técnicas culinarias y riqueza natural presentes en la zona. Al igual que lo que ocurre en la cocina, la artesanía amazónica es rica en motivos, técnicas y materiales. Sean tejidos, cerámicas, bisutería o cestería, aquí se trazan historias bajo las manos de las distintas comunidades que, en diálogo con la naturaleza y los demás pueblos de la zona, escriben un relato ancestral. Aquí se cuenta un pasado que trasciende la historia humana. El Amazonas ofrece una experiencia irrepetible. Tras el festival y la cultura amazónica, subsiste un pasado ancestral común, constitutivo de nuestra identidad latinoamericana. Sea en nuestra cocina, música o artesanías, el legado de la selva se siente de mil maneras no más arribar a Leticia o a cualquiera de los pueblos cercanos. En cada uno de estos lugares descansa el pasado de una tierra que ha vivido de cerca no solo la fundación de estos países; también su consolidación y manifiesta amistad. Este paraíso, limítrofe dentro del territorio colombiano, ofrece una fiesta de sabores y tradiciones que narra una herencia increíble, porque el Amazonas es un territorio inagotable, un paraíso multicultural sobre el que se han tejido los relatos de todos los pueblos y aventureros que lo han vivido, queremos que no pierdas la oportunidad de conocerlo. ¡Sabemos que, tras tu primer viaje, querrás volver mil veces a conocer todo lo que esta jungla de experiencias tiene por descubrir!