La calidez que nos caracteriza a los colombianos es única, y aunque hay muchos factores que la alimentan, podemos rastrear un origen de nuestra forma de ser, de pensar, y de actuar.
Aunque en el mundo la figura de mamá tiene un significado especial, las mamás colombianas tienen algo en particular, algo que definitivamente nos ha moldeado a todos los colombianos, y es su manera particular de ser mamás. No en vano es sabido por todos que “mamá no hay sino una”.
Y es que efectivamente es en el cuidado de las mamás colombianas que vemos que son únicas. Empezando por la cocina, en donde se fabrican las recetas que aprendieron de sus mamás, de sus abuelas, secretos familiares pasados de generación en generación con un objetivo más allá de alimentar: cumplir con el viejo adagio que dice “barriga llena, corazón contento. Pasando por su hospitalidad, que se ve en manejar un hogar que siempre tiene las puertas abiertas, en donde a todos se les recibe con una sonrisa siempre, donde sin importar el tamaño de la reunión se le hace un lugar a quien llega y en el que, en la mesa, “donde comen dos, comen tres”.
No existe una mamá colombiana que no sea capaz de cuidar cualquier mal con una agüita aromática, un té o un remedio de la abuela. O que no se preocupe por proteger a su familia de los archienemigos de la salud: el sereno y el chiflón, esos personajes mitológicos de la idiosincrasia colombiana que probablemente fueron acuñados por madres colombianas con un objetivo claro: cuidar a sus hijos del mal clima.
Hay un lugar sagrado para los colombianos: las casas de las mamás y las abuelas colombianas. No hay región del país en el que éstas no se conviertan en el centro de operaciones de muchas actividades que hacemos en familia, pues desde que somos pequeños, sabemos que cualquier excusa es buena para ir a visitar a mamá. El ajiaco de los domingos, el café de la tarde, las cenas de navidad, los cumpleaños, las fiestas de fin de año transcurren en ese espacio lleno de nostalgia y alegría, que nos lleva directo hacía tiempos tranquilos y felices donde vivíamos protegidos bajo su cuidado, por lo que el regreso a ese lugar frecuentemente es mandatorio para los colombianos.
Y aunque cualquier momento es ideal para visitarlas, hay tres momentos en el día ideales para compartir en familia: desayuno, almuerzo y cena (sin contar, claro, las onces y las medias nueves). Nuestras mamás nos han enseñado que sentarnos alrededor de la mesa, es el momento perfecto para compartir con la familia y los amigos. Es en la mesa donde se degustan sabores, nos comparten recetas, se narran anécdotas, y se cuentan cuentos de la niñez a amigos y familia, todo con el fin de preservar nuestra esencia y los recuerdos que vienen con ella.
Si algo caracteriza a las mamás colombianas es su capacidad de hacerlo todo con maestría, manteniendo un equilibrio y armonía entre sus diferentes roles (son mamás, chefs, cuidadoras, emprendedoras, cabezas de familia) esto habla de su carácter y su capacidad de adaptación y resiliencia en todo lo que se le presenta.
Hoy en día, es necesario reconocer la fortaleza y la resiliencia de las mamás colombianas, un rasgo que las ha puesto en el centro de nuestras familias, las ha hecho poseedoras de nuestras tradiciones y cuidadoras de nuestra cultura, y es que al final “donde manda capitán, no manda marinero”.
Como país, además de las historias de nuestros ancestros, de los cantos de nuestros pueblos y de la herencia cultural y simbólica, hay algo de las mamás colombianas con lo que todos nos podemos relacionar: su saber popular.
Y es que es con frases como “y si su amigo hace (x) usted se va detrás” que nos han enseñado a pensar por nosotros mismos si nos dicen “a que voy y lo encuentro” es porque nos enseñan a ser más atentos al detalle y a no rendirnos hasta conseguir nuestros objetivos con el “no se le niega una sonrisa a nadie” los colombianos hemos aprendido la amabilidad que nos caracteriza, a abrir las puertas al mundo y siempre darles la bienvenida “cuando tengas hijos te acordarás de mí”, una sentencia que afortunadamente nos ha llevado a todos a aplicar su crianza, su forma de enseñar, de cuidar y de querer y hasta aprendimos que “el diablo sabe más por viejo que por diablo”.
Estas son solo algunas de las maneras en las madres colombianas nos han moldeado como colombianos, porque es gracias a su sabiduría, amor y paciencia, por sus historias, por sus cantos, por sus trucos en la cocina, sus secretos llenos de magia, que los colombianos hacemos de nuestro país el más acogedor del mundo.
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