El Carnaval de Negros y Blancos fue incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2009.
Definido por grandes tradiciones, el carnaval cuenta con expresiones culturales únicas que impulsaron su nombramiento por parte de la Unesco como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad el 30 de septiembre de 2009 en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos).
El juego de razas (lúdica de roles donde los ‘blancos’ juegan a pintarse de ‘negros’ y viceversa) y la participación activa de todos los sectores sociales de la ciudad en una sola fiesta llena de manifestaciones ancestrales, hacen que este evento sea considerado como un bien intangible de Nariño para el mundo. Estas son algunas de las expresiones patrimoniales del carnaval:
El año entero los artesanos pastusos trabajan para crear los vehículos animados que se verán en todo su esplendor el 6 de enero. Las carrozas divididas en motorizadas y no motorizadas, son uno de los mayores atractivos visuales del carnaval pues cargan gigantescas y festivas esculturas que pueden llegar a medir hasta seis metros de alto.
Los disfraces del carnaval encarnan a personajes fantásticos extraídos de todas las épocas culturales que ha experimentado la ciudad. Entre las representaciones más populares están los animales mitológicos, indios, actores, arlequines y bufones. Las telas multicolores y las máscaras son elementos propios de las fiestas.
Las murgas son compañías de artistas que llenan de música tradicional los desfiles del carnaval. Se dividen, según sus órganos musicales, en Murga de Metales y Maderas (vientos e instrumentos de percusión), Murga de Fuelles (percusión más instrumentos como el acordeón y el violín) y Murga de Instrumentos Andinos (instrumentos de fabricación orgánica).
En las danzas se reflejan los rituales ancestrales de algunos grupos indígenas del departamento de Nariño. Se destacan los espectáculos coloridos de los Danzantes de Males, Yaramal, Yascual y Pujilí.
La gran tradición musical del departamento de Nariño gira en torno a todos los ritmos propios de los Andes latinoamericanos. Resaltan géneros que se desarrollan en la región como el San Juanito, el huayno y el bambuco sonsureño.
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